jueves, 9 de febrero de 2012

Conferencia: "Científicos Andaluces"

FECHA
CONFERENCIA
MOTIVO
LUGAR
03-04-1984
Científicos Andaluces
Semana Cultural
Salón de Actos del Instituto “López-Neyra” de Córdoba
25-05-1984
Científicos Andaluces
Semana Cultural
Salón de Actos del Colegio “Juan Ramón Jiménez” de Tomares (Sevilla)




Cuando se habla de Andalucía, y de figuras andaluzas, rápidamente recordamos filósofos, literatos, poetas, pintores, escultores, artistas, músicos, etc. Nos hablan insistentemente de Machado (Don Antonio), del “compañero” Alberti, de García Lorca, de Picasso. Pero, ¿y de los científicos? ¿quién sabe algo de ellos? Hace cinco cursos llegamos a este Centro y preguntamos a los alumnos quién fue el Profesor López-Neyra. Ninguno supo darme la menor respuesta. Pregunté que dónde estaba la Placeta de López-Neyra y sólo fue uno el que me dio contestación. Bien, hombre, ¿cómo lo sabes? Es que mi padre está construyendo una casa allí.
Y el Profesor López-Neyra ha sido la figura mundial más grande en Parasitología. Precisamente el Instituto Nacional de Parasitología lleva su nombre desde noviembre de 1958. Mientras la Enciclopedia Soviética le dedica varias páginas, la Enciclopedia de Andalucía lo hace en sesenta y cinco líneas, dos menos que las dedicadas a Lola Flores, y los dos tercios que a Manolo Escobar. Y no digamos nada si se trata de los señores González y Guerra. Al señor González van dirigidas 103 líneas y al Sr. Guerra 233. Y cuando aquí, en Córdoba, nos hemos referido a los señores Guerra y González, siempre lo hemos hecho tratándose de Rafael González Madrid “Machaquito” y Rafael Guerra Bejarano “Guerrita”, dos de los cuatro Califas del toreo. 

Claro que no es lo mismo lidiar toros que investigar sobre parásitos. Pero no es ahora el momento de detenernos en el Profesor López-Neyra. El 12 de marzo de 1985 se cumplirá el primer centenario de su nacimiento y esperamos, y deseamos, que Córdoba, y este Centro, celebre adecuadamente esta efemérides.
Y si queremos saber cómo honra Andalucía a sus hijos científicos, repasemos las denominaciones de los Institutos de Bachillerato. Tenemos 183 Centros, de los cuales aún quedan sin bautizar 42. Es decir, 141 tienen nombres de filósofos, poetas, escritores, literatos, políticos, escultores, militares, santos, vírgenes….. ¿y científicos? Tan sólo tres. ¿ quiénes son los otros dos?
Uno de ellos Julio Rodríguez Martínez, Doctor en Química y Farmacia, preocupado por la enseñanza y su proyección hacia Hispano América, y gracias a su gestión se establecieron las cátedras de José María Albareda y García Lorca en la Universidad de Lima y la de Felipe Lucena en la de Paraguay. El granadino Julio Rodríguez no concebía disociadas la investigación y la docencia, autor de cerca de un centenar de trabajos de su especialidad, murió en Santiago de Chile en enero de 1979, cuando asistía a un congreso de Cristalografía.

Felipe Lucena Conde, nació en Córdoba el 9 de octubre de 1923 y murió en Madrid el 30 de noviembre de 1976 de un trauma cerebral. Era Catedrático de Química Analítica de la Universidad de Salamanca y fue Director General de Universidades desde enero 1974.
Esperamos que después de esta charla, saquemos en conclusión si no hay hombres andaluces que merezcan tener un Centro de bachillerato que lleve su nombre. Y digo hombres porque si analizamos la participación femenina en labores científicas, es bien escasa. Sin embargo, nos encontramos a la gaditana María Josefa de la Piedra (nacida en 1775) una de las pocas mujeres que cultivaron la ciencia en el siglo XIX, cuya casa fue lugar de reunión y posada para el círculo botánico interesado en el cultivo de la vid en Sanlúcar de Barrameda.
Y de pasadas, diremos que otra gaditana,  Beatriz Cienfuegos fue la primera directora de revista española (La Pensadora Gaditana, 1763) y tal vez la única directora a escala mundial de estos dos últimos siglos anteriores al nuestro.
Es la granadina Asunción Linares Rodríguez, quien obtiene en 1961 la Cátedra Universitaria de Paleontología, después de 16 años de ocuparla. Es la primera Catedrática de Universidad de la rama de Ciencias y la segunda mujer que la obtiene en España. La primera fue Ángeles Galino.

Y vamos ya a centrarnos en el motivo de esta charla, que sólo es daros a conocer algunos de los hijos de esta tierra que han trabajado en Andalucía, por Andalucía, que es tanto como trabajar por España, y sólo pretende ser, desde otro ángulo, con torpes palabras, un canto a Andalucía, y qué mejor que empezar, como lo hace el menor de los Machado, en su “Canto a Andalucía”, 

Cádiz, salada claridad……

Columela (Lucio Junio Moderato), 

Cádiz 3 ó 4 años antes de Cristo. Se dedicó al estudio y el cultivo del campo. Escribió “De re rustica”, 12 libros en lengua latina que fueron traducidos al castellano por el lucentino Juan María Álvarez de Sotomayor y Rubio en 1824. Es la primera traducción de dicha obra. Los hermanos Mohedano tan solo hicieron la del Prefacio y de algunos pasajes. El décimo libro “De cultu hortorum” está escrito en verso, si bien luego lo puso en prosa, y en ambos casos en correcto estilo.

Pomponio Mela

Nació en Algeciras (Tingentera) en el siglo I d. C., autor de un compendio de geografía titulado “De situ orbis” primera obra de su clase escrita en latín. Fue ampliamente aprovechada por Plinio para la redacción de su “Naturalis Historia”, a través de la cual pesó notablemente en los conocimientos geográficos medievales

“Romana y mora, Córdoba callada” 

La contribución científica de Lucio Anneo Séneca (4 a.d.C.-65 d.C.) está contenida, ante todo, en sus “Quaestiones naturales”, colección de temas físicos, astronómicos, meteorológicos y geológicos estudiados desde la prspectiva de la filosofía natural del estoicismo. Suele destacarse su descripción de los terremotos y los fenómenos volcánicos y, sobre todo, que defendiera, basándose en observaciones propias, el carácter de cuerpos celestes de las cometas, frente a las teorías de Aristóteles y otros autores griegos.

“Y Sevilla” 

San Isidoro de Sevilla (556-636), nacido en Cartagena, el más alto representante de la cultura clásica en todo el Occidente, cuya obra más interesante (desde nuestro punto de vista), “Orígenes” o “Etimologías”, especie de enciclopedia del saber grecorromano, que influyó notablemente en la tradición literaria y científica, no solo en España, sino de todo el continente. Las etimologías divididas en veinte libros, en los que se resumen todos los conocimientos cuyo contenido era de algún  interés. El tercero trata “De las cuatro disciplinas matemáticas” y en él se habla de las ciencias matemáticas, de la música, de la astronomía. El cuarto trata de la medicina; el quinto, sobre Leyes y Cronologías (días, noches, meses, años, olimpiadas, solsticios y equinoccios, etc.); el undécimo del hombre, el duodécimo de los animales; el XIII de los animales; el XIV de la tierra y sus partes; el XVI de las piedras y los metales….

Durante seis siglos, hasta la época de Santo Tomás, fue el libro de texto de las escuelas medievales, la base fundamental de la ciencia en toda Europa, tanto en los asuntos religiosos como en todo lo demás. Según Menéndez y Pelayo: “por siglos y siglos, fue San Isidoro el grito de guerra de la ciencia española”.



La relajación moral a que se había llegado en los últimos años de la denominación visigoda allanó el camino de la conquista a los árabes, que en menos de dos años se extendieron victoriosos por toda la Península. No fue la invasión de un pueblo en otro pueblo, con familias y ganados como ocurrió con los Bárbaros del norte, sino la conquista de un ejército que, sin hallar apenas resistencia, se va apoderando rápidamente de pueblos y ciudades, dejando para su custodia las precisas guarniciones. Los Bárbaros asolaban y destruían, avanzando por el país a sangre y fuego; los árabes se apoderaban de los palacios y riquezas, imponían contribuciones, cogían armas y caballos, encomendaban a los judíos la administración de las ciudades y sólo se reservaban el mando militar. La dominación fue suave, particularmente al principio; y como los hispanorromanos no habían acabado de fundirse con los visigodos, y ellos  eran no sólo el mayor número, sino los que tenían en sus manos la agricultura, la industria y el comercio, apenas si hicieron otra cosa, en su mayor parte, que cambiar de amo y seguir con su religión, sus leyes y costumbres, que, con muy raras excepciones les fueron respetadas. Eso sí, al convertirse se eximían del pago de la “chizia” y del “jarach”, de las contribuciones personal y territorial.
En España, los primeros tiempos de la dominación árabe no presagian, en modo alguno, el desarrollo literario y científico a que poco más tarde había de llegarse. Los primeros conquistadores eran demasiados incultos para sobreponerse a nuestra civilización; antes bien, admirados de nuestro arte y de nuestro progreso, material e intelectual, reconocieron y aceptaron de buen grado nuestra superioridad cultural, para aprovecharse de ella. Bien pronto el afán de proselitismo, político y religioso, hizo lo demás.
Y, como dice Don Claudio Sánchez Albornoz, “cuando en el año 711 los musulmanes conquistaron España, Andalucía tenía más de mil años de magnífica historia cultural prerromana, romana y visigoda. Quedan espléndidas huellas de esas sucesivas civilizaciones…….no obstante la sistemática destrucción por los islamistas de sus milenarias maravillas”. Hoy sabemos, por ejemplo, que destruyeron el famoso templo de Hércules en Cádiz, en busca de tesoros. 

1.   La cultura árabe

Cuando se afirmó la dominación árabe y el Califato de Córdoba se hizo independiente del de Damasco, brilló por algún tiempo la cultura de los árabes en España con soberana independencia y esplendor inusitado. Abderramán trajo a nuestra patria, sabios musulmanes que hicieron despertar el amor al estudio; empezaron a crearse en Córdoba, escuelas gratuitas, gimnasios y academias, donde se cultivaba la Filosofía, la Alquimia, la Astronomía y el Derecho, y muchos jóvenes cristianos, no solamente de España, sino de los países del centro de Europa, acudían a adquirir en Córdoba la ciencia que en vano se hubieran afanado en buscar en otra parte.
En la época del califato, y más aún después de algunos Reinos de Taifas, florecieron hombres ilustres en todas las ramas del saber, dando a la dominación árabe en España cierto renombre y esplendor. Achacase, sin embargo, a los árabes españoles que no fueron profundos en sus conocimientos, sino más bien recopiladores y comentadores de lo que habían aprendido de los griegos, egipcios y judíos.
Poco después, a fines del mismo siglo XIII y el XIV, el espíritu estrecho y rígido del mahometismo ortodoxo triunfó de nuevo sobre aquel movimiento científico aún en la misma España, y la filosofía, como la Medicina y la Astronomía, etc., fueron desterradas de sus anteriores dominios refugiándose entre los judíos, y en las Universidades cristianas de España y de Europa.
Tan efímero fue el imperio de la cultura entre los árabes a pesar de la magnitud de su brillo –mucho mayor que la profundidad de su pensamiento- y de la influencia que ejerció en la cultura de Occidente.

2.   El Desarrollo Científico

El inicio en Andalucía de una actividad científica de carácter islámico puede situarse a mediados del siglo IX, en la época de Abderramán II.

Hasta entonces las tareas de tipo científico, como la medicina, habían continuado basándose en la tradición isidoriana y en manos principalmente de cristianos. En cambio, a partir del período citado, que coincidió con una ola de conversiones a la religión musulmana. Al-Andalus se integró plenamente en el mundo cultural árabe que, como es sabido, asimiló primero y desarrolló después la ciencia griega y buena parte de la india.

En el terreno científico, el proceso puede ejemplificarse en la importación y consolidación de la numeración de posición, con las cifras que hoy llamamos “árabes”. El primer científico andaluz destacado fue el rondeño……..

Abu l-Qāsim Abbās ibn Firnās,  fallecido en Córdoba en el año 887. 

Fue astrólogo y poeta en la corte de Abderramán II y Muhammad I. Una de las primeras contribuciones fue dar a conocer las tablas astronómicas indias llamadas “Siddhanta”, que se utilizaban para calcular los movimientos planetarios, los eclipses, la declinación solar y varias funciones trigonométricas. Ibn Firnas también construyó un planetario, un reloj y una esfera armilar, introdujo la técnica para tallar el cristal de roca e intentó volar. En efecto: se embadurnó el cuerpo con un traje de seda revestido de plumas, construyó un par de alas como la de los pájaros y se lanzó al espacio en el Palacio de  Al-Ruzafa logrando permanecer en el aire algún tiempo y recorrer cierta distancia, pero no acertó a aterrizar, “lastimándose el trasero, ya que no se había dado cuenta de que los pájaros, al posarse se valen de su cola y él no se había fabricado la cola”. Este fracaso, si bien le valió unos versos despectivos de su enemigo Mu’min B. Said, sirvió en cambio para que su audacia quedara consignada en los textos literarios árabes y más tarde se transmitiera al romancero.

3.              Botánica

"Plateado Jaén".

Porque en Jaén transcurrió la infancia del judío cordobés Hasday Abu Yusuf ben Yitzhak ben Ezra ibn Shaprutconocido también con el nombre de Hasdai-Ibn-Seprut

nacido en el 910. Sobresalió en el estudio del latín, lo que le permitió acceder a un puesto en el Consejo de Abderramán III y el despacho de su correspondencia latina, confiándole sucesivamente delicadas gestiones diplomáticas. Entre ellas, la llegada de los tres reyes cristianos, Don Sancho El Craso, Doña Toda y Don García de Navarra. HASDAI consiguió la curación de Sancho, devolviéndola la esbeltez de su juventud.

Pero la mayor importancia de HASDAI radica en su intervención en otro hecho de grandísima trascendencia para la Botánica medicinal. El emperador de Constantinopla, Constantino VII, Porfiregeneto, queriendo congraciarse con Abderramán, le envió, como inestable regalo, un valioso ejemplar de la obra de Dioscórides. No había en Córdoba ningún cristiano ni ningún musulmán que supiera leer el griego antiguo en que estaba escrito el libro y, por ello, al contestar Abderramán al emperador dándole las gracias por el obsequio, le rogó que le enviara una persona docta que pudiera instruir y guiar a los intérpretes. Constantino se apresuró a mandar un monje llamado Nicolás que llegó a Córdoba el año 951 ó 952. Con su ayuda acometió HASDAI la laboriosa tarea en la que colaboraron diversos entendidos en la materia, entre ellos CHOLCHOL o YULYUL. Fue este cordobés del siglo X, uno de los más famosos investigadores. Nacido en el año 944 de nuestra era, se llamó Sulaiman Ibn Hassan Ibn YulYul. A los veinte años dominaba el griego y el latín, lenguas ambas que habían de serle de gran utilidad.

Estudia Medicina y entonces se despierta su afición por la botánica. Siendo entonces la base de las ciencias médicas, por constituir productos vegetales la mayor parte de los remedios curativos empleados, era lógico que su conocimiento reportase una gran utilidad práctica. Sin embargo, se carecía hasta entonces de un sistema científico de clasificación.
Como era médico de cámara del califa Hixem II, utiliza el gran poder que su cargo le confiere y hace que de diversas regiones se le remitan ejemplares, que pacientemente clasifica, y con los que crea un herbario considerado como el primero de su tiempo.
Fue genial la manera como llevó a cabo obra tan laboriosa, no sólo por la dificultad de traducción a lengua distinta como el árabe, sino por la diferencia de nombres de las especies botánicas en los diversos territorios. Al no conocerse un procedimiento de nomenclatura internacional como el que siglos después inventara Linneo, se exigía una labor minuciosa de compulsa y confrontación de nombres, características y ejemplares. En 982 escribió “Comentario filológico a los siete libros de la obra de Dioscórides”, que ya durante siglos fue la base del estudio de la medicina en todas las Universidades musulmanas.

En Sevilla, en el siglo XIII vivió Ibn-Al-Awwan, nombre completo Abu Zakariya´ Yahya b. Muhammad b. Ahmad Ibn al-`Awwam al-Ishbili, autor del mejor libro de Agricultura de la época musulmana, quien toma de BEN YULYUL mucha información y hace de él los mayores elogios. 

 Este “Libro de la Agricultura”(Kitab al-Hilafa)  consta de 36 partes o capítulos. Se ocupa de casi siscientas plantas, del cultivo de medio centenar de árboles frutales, de los diversos tipos de suelos y su preparación, de los métodos de injerto, etc.;  en los seis últimos capítulos tratan de apicultura y de la cría de ganado y de aves de corral. A finales del siglo XVIII, los gobernantes ilustrados españoles ordenaron traducir este texto al castellano, con la intención de que sirviera para que los propietarios rurales aprendieran a mejorar la explotación de sus fincas.

"Málaga cantaora".

Diya al-Din Abu Muhamad Abd Allah ibn Ahmad al-Malaqí, comúnmente conocido como Ibn Al-Baytar (1197-1248) , según frase de Menéndez y Pelayo, “el Dioscórides español del siglo XIII”. Autor de la “Colección de medicamentos y alimentos simples”. Se trata de una compilación crítica que, al millar de medicamentos simples conocidos en la Antigüedad clásica, añade casi otro medio millar, de los cuales unos doscientos corresponden a especies vegetales nuevas.

No fueron tan solo los musulmanes los cultivadores de  Ciencias y, especialmente, de la Botánica farmacéutica, juntamente con ellos es de justicia contar con algunos cristianos y judíos de nombre arabizado que tienen pleno derecho a figurar entre aquellos.

Handis ibn al-Abbas al Magusi y el cristiano Yaward y el cristiano Yaward, ambos médicos de la época de Abderramán II. HANDIS debe ser considerado como el primer vegetariano del que hay memoria; no comía más que cereales de sus propias cosechas y sus vestidos se tejían con lino de sus plantaciones.
También era cristiano Yakid ibn Yazid ibn Ruman, que vivió  durante el reinado de Muhammad I de Córdoba (823-886), gran especialista en materia farmacéutica vegetal.
No es, sin embargo, frecuente encontrar nombres de naturaleza mozárabes, pues a ello se opone la feroz persecución de que fueron objeto los cristianos bajo Abderramán II y Muhammad I. Ello hizo que, como consecuencia de la inmigración de mozárabes procedentes de toda la España musulmana, se alcanzase un alto nivel cultural en la Cataluña del siglo X.

4.   Química

Ya en Córdoba, en los alrededores del siglo X, los científicos se ocupaban de la teoría atómica y, por consiguiente, no es cierto que la humanidad se desinteresase de los átomos durante largo periodo transcurrido desde los filósofos griegos y romanos hasta Dalton.

No se hubiera incurrido en dicho error, de haber tenido presente que la Química entró en Europa, en la Edad Media, a través de España con los árabes y, por consecuencia, debió al historiarse la teoría atómica, investigar lo que se estudiaba en Córdoba en el periodo musulmán.

En nuestra Biblioteca de El Escorial, existe un verdadero tesoro bibliográfico, aún no estudiado, y que resolvería muchas dudas sobre la historia de la química árabe, en particular, y de la ciencia árabe, en general. Corría el año 1612, reinaba Felipe III, y un capitán español de galeras, Don Pedro de Lorca, apresó en aguas de Salí, en la costa occidental del norte de África, dos navíos del Sultán de Marruecos Muley Zidam, que conducía cuatro mil volúmenes manuscritos de diversas ciencias, escritos en árabe, persa, turco e israelita. Después de varias vicisitudes, dicha biblioteca quedó, en 1815, definitivamente instalada en El Escorial. Y no solamente autores árabes, sino también autores latinos. En definitiva, que se está aguardando a ver si hay alguien que descubra el enigma del tesoro de la Biblioteca de El Escorial. Cosa que ya realizó el Doctor en Ciencias Exactas y Catedrático de los Institutos de Baeza y Jaén José Augusto Sánchez Pérez, quien en su obra “Las matemáticas en la Biblioteca de El Escorial”, nos la hace indispensable elemento de consulta para reconstruir la historia de las matemáticas en España.

Para los árabes, el conocimiento del arte alquímico deriva del profeta Mahoma. Todo árabe es poeta; por tanto, no es de extrañar que sus libros de alquimia estén saturados de simbolismos y escritos en lenguaje, a veces incomprensible por su excesiva poesía. Por eso no debe extrañarnos que alguien haya dicho que un químico es un poeta que ha equivocado el camino.

Notable es la influencia en la Europa Medieval de los conocimientos alquímicos árabes. Toda ella está cuajada de ideas y frases de origen árabe, y todos los nombres de sustancias químicas, aparatos y operaciones son también árabes, como los siguientes ejemplos lo demuestran claramente

ESPAÑOL
ÁRABE
TRANSCRIPCIÓN
Elixir
الإكسير 
Al-Iksir
Alambique
 الأنبيق,
Al-anbiq
Álcali
 القلي ,القالي
Al-qalí
Alquitrán
قطران
Al-qitran
Jabón
صابون
Al-sabun
Horno
فرن
Al-tannur


Entre los alquimistas más célebres mencionaremos al cordobés Abu l-Qasim Jalaf ibn al-Abbas Al-Zahrawi o Abul-Qasim Khalaf ibn al Abbas al Zahravi, más conocido como Abulcasis (936-1013), experto en la destilación, recomendaba purificar y concentrar el vinagre por destilación y fue uno de los primeros que explicó con claridad la obtención del vino por dicho proceso.

El también cordobés, de adopción,  Âbû-l-Qâsim Maslama al-Maŷrîtî, del que nos ocuparemos más adelante en otra faceta científica, interesante para la historia de la Química, pues da detalles, en una de sus obras, bajo un punto de vista cuantitativo, del calentamiento del mercurio y, consecuentemente, del aumento de peso de éste por oxidación, lo cual indica la minuciosidad y atención de los viejos alquímicos en sus ensayos. 

En el nombre de Alá el Clemente Misericordioso Muhammad ibn Qassum ibn Aslan, el oculista al-Gafiqi dice….. Así comienza su libro “Al-Morchid fi’l Kohl”, es decir, “Guía del oculista”. La palabra árabe “kohl” designa al mismo tiempo el colirio negro compuesto de sulfuro de antimonio y el arte de aplicar los colirios, en general. La palabra “oculista” es derivada.
De la importancia científica de este trabajo baste decir que fue en la Edad Media, el texto y obra de consulta no sólo de los medios orientales sino en muchas universidades europeas. Es realmente emocionante leer estas páginas que describen las enfermedades del ojo y sus remedios, con casuística de los pueblos andaluces, como un clínico de nuestros días.
El investigador francés Max Meyerhof descubrió al anterior manuscrito en la Biblioteca de El Escorial y, traducida al francés, fue publicada en el año 1933 por los Laboratorios del Norte de España, Masnou.

El apekllido de “El Gafequi” corresponde a la naturaleza del pueblo de Gáfec, Gahete de los romanos, hoy Belalcázar, y en Córdoba destacó esta familia de médicos con gran fama, ya que, el segundo de ellos, llamado Ahmed El Gafequi, a quien su padre dedicó el Tratado del oculista, fue, tal vez, el mejor tratadista de Botánica farmacológica, aumentando el Dioscórides con nuevas especies vegetales medicinales. Frente a la Facultad de Letras, en Córdoba, podemos ver un busto del famoso oculista, tal vez para advertir a los alumnos una buena vista en la elección de esa carrera. 

5.   Matemáticos y astrónomos

La primera escuela andalusí de Matemáticas y Astronomía fue fundada, todavía en la época califal, por MASLAMA, cuyo nombre completo es Âbû-l-Qâsim Maslama ibn Âhmad al-Faradi al-Hasib al-Qurtubî al-Maŷrîtî,  cuyo laqab o apodo (al-Maŷrītī) significa el madrileño, y llamado por algunos “el Príncipe de los matemáticos andaluces”.

MASLAMA corrigió las tablas de AL-JOARIZMI y ALBATENIO, los dos astrónomos más célebres del oriente islámico, perfeccionando el mapa del cielo y reduciendo muchas observaciones al meridiano de Córdoba. Con MASLAMA podemos decir que las observaciones astronómicas se empiezan a trasladar de Bagdad a Al-Andalus; más tarde el meridiano de Toledo será el Greenwich del mundo civilizado y al que han de referirse el mapa celeste de los astrónomos europeos de la Edad Media.(20)En sus observaciones astronómicas introdujo métodos originales y completó las fórmulas matemáticas del geómetra oriental Thabit ibn Qurra ibn Marwan al-Sabi al-Harrani (836 Harán-901 Bagdad). Comentó y tradujo a Ptolomeo, incorporándolo a la astronomía hispanomusulmana con sus esferas excéntricas y epiciclos, armonizando los movimientos de los astros alrededor de la Tierra.

Escribió, además de las obras de Astronomía, libros sobre Medicina, Ciencias Naturales y Alquimia. Entonces ya se conocían en Al-Andalus las obras de Alquimia. Fue uno de los maestros de la Alquimia Al-Andalus.

El sabio más destacado de la Escuela de Toledo de ben Said, y uno de los más importantes de la ciencia hispanoárabe, es el cordobés AZARQUIEL, cuyo nombre completo es Abu Ishäq Ibrahim Ibn Yahyà al-Zarqalluh.

Nació en el 1029 y se estableció en Toledo como forjador de hierro; a su habilidad encomendaban los astrónomos de la Escuela de Toledo la fabricación de instrumentos. El cadí Ben Said, dándose cuenta de las excepcionales dotes del joven cincelador, le facilitó las obras más importantes de la época, y AZARQUIEL las estudió con tanto provecho que acabó siendo maestro de los mismos que le enseñaron. 

Se le debe la invención de una “azafea” o astrolabio universal que evitaba el inconveniente de tener que cambiar para cada latitud las láminas en cuya superficie estaba representada la esfera celeste. Sin embargo, la más importante aportación de su grupo fue la confección de las “Tablas toledanas”, tablas planetarias basadas, no solamente en sus propias observaciones con instrumentos más precisos, sino en cálculos confeccionados, que AZARQUIEL expuso en una introducción trigonométrica titulada “Cánones o reglas de las tablas astronómicas”. Traducidas, más tarde, al latín, hebreo, castellano e italiano, las “Tablas toledanas” tuvieron una enorme influencia en la evolución de la astronomía europea y fueron las más empleadas hasta la aparición de las de Kepler.
AZARQUIEL tiene especial importancia porque tuvo una visión más audaz del sistema planetario que sus antecesores y fue el primero que hizo mover a los planetas menores alrededor del sol; estudió la órbita elíptica de Mercurio, novedad extraordinaria en aquella época, y dio una teoría original sobre las estrellas fijas. Las luchas en el Reino de Toledo, hacen que se traslade a Sevilla donde continuó sus observaciones astronómicas.
La base doctrinal de la astronomía andalusí era el sistema geocéntrico tal como había sido formulada en el “Almagesto” de Ptolomeo (siglo II). No obstante, durante el siglo XII se desarrolló en la España islámica un movimiento de crítica a algunos presupuestos de dicha formulación. Las críticas las inició el filósofo y científico zaragozano Abu Bakr Muhammad ibn Yahya ibn al-Sa'ig ibn Bayyah, más conocido como Avempace (1070-1139) desde un estricto atenimiento al sistema astronómico de Aristóteles, también geocéntrico. El movimiento antitolemaico culminó en las obras de Geber y Alpetragius.
Abu Muhammad Jabir ibn Aflah (1100-1150) escribió una Astronomía en nueve libros. El primer libro contiene una Trigonometría propiamente dicha, es decir, expuesta con independencia de las otras ciencias, aun cuando no tan completa como las de Abu Jafar Muhammad Ibn Muhammad Ibn al-Hasan Nasir al-Din al-Tusi, conocido como Nasir al-Din al-Tusi (1201–1274 cerca de Bagdad); en ella aparecen algunas proposiciones nuevas, entre otras un quinto teorema sobre triángulos esféricos rectángulos. El nombre de “Jabir” se transformó en la Edad Media en GEBER, y de aquí se supuso que provenía la palabra Álgebra.

Nur al-Din Ibn Ishaq Al-bitruji, conocido en  Occidente como Alpetragius, nació en Marruecos. Más tarde emigró a Al-Andalus y vivió en Sevilla, escribió una “Astronomía” que se convirtió pronto en piedra central en la polémica posterior en torno a la constitución del universo. Un cráter en la luna lleva su nombre. 

En relación con los estudios astronómicos, los andalusíes cultivaron la geografía y la cartografía. Como ejemplo destacado, citaremos a Abū Abd Allāh Muhammad al-Idrīsī (1100-1165), ceutí formado en Córdoba, viajero insaciable. Su principal obra es una geografía descriptiva que se considera el tratado más completo en su género de toda la Edad Media. En cartografía el cébre “mapa grande” (1154) 

Durante la época del califato cordobés, y dependiendo del mismo, Ceuta contaba con una Universidad, destacando Ben Roxais el Septi (nacido en el 1260), viajero incansable. Autor de trabajos de ciencias, literatura y matemáticas. También el judío Rabi Yosef Yehuda Ben Acnin “el ceutí” (1116-1177), astrónomo matemático, médico, discípulo predilecto de Maimónides. 

La actividad científica andalusí, en el terreno de la astronomía y las matemáticas y en todo lo demás, decayó bruscamente tras la derrota almohade de Las Navas de Tolosa (1212). En la Sevilla anterior a su conquista por Fernando III de Castilla (1248) vivió probablemente Abenbeder ó Abendeber, autor de un “Compendio de álgebra”, uno de los últimos textos matemáticos hispanoárabes de importancia. El “Álgebra” de Abendeber fue traducida por el Catedrático de Matemáticas José  Augusto Sánchez Pérez, a partir de un códice de la Biblioteca de El Escorial, trascribiendo en notación moderna la exposición del autor.

“Granada, agua oculta que llora”

El cultivo de la astronomía y las matemáticas en el Reino de Granada no tuvo fuerza creadora. Sus protagonistas fueron autores como Abu Hamid Muhammad ben Abd al-Rahman (o Abd al-Rahim) ben Sulayman al-Mazini al-Qaysi al-Gharnati) (1080-1170), llamado el granadino, autor hacia 1131 de un comentario sobre el álgebra de Abenbeder.

La última figura de relieve fue el bastetano Abu al-Hasan Ali bin Mohammed bin Ali al-Qurashi al-Basti, aunque comúnmente se le conoce como Al-Qalasadi.

Sobre la ciencia europea ejerció una notable influencia Ibn Albanna, nacido hacia 1225 en Marruecos. Su obra era difícil y concisa. Era necesario un comentario, que lo realizó Al-Qalasadi. Éste efectuó una aportación original de importancia, como uno de los introductores del simbolismo matemático. Al-Qalasadi murió en el año 1486 en la provincia de Túnez, adonde había ido a refugiarse huyendo ante el avance de los ejércitos cristianos.


6.       La Náutica


Posiblemente uno de los mayores servicios hechos por los árabes a la cultura sea la transmisión a Occidente de los diversos elementos técnicos, de arquitectura naval (vela latina y timón de codaste), astronómicos (determinación de coordenadas) y geográficos (cartas náuticas), que iban a permitir la navegación Atlántico adentro.
A comienzos del siglo XV aún se navegaba a “Estima”, procedimiento que consistía en determinar el camino recorrido por el navío durante las 24 horas (singladura) por medio de la brújula o aguja náutica (que proporcionaba el rumbo o dirección) y la dirección del trayecto (distancia apreciada a ojo o “estima”). Estos datos, trasladados a la carta náutica (o portulana) proporcionaban el punto en que se encontraba el navío (punto de fantasía). 

Al internarse por el océano y perder la tierra de vista durante varios días, se hizo necesario disminuir los riesgos de la estima mediante observaciones astronómicas y como la necesidad es maestra en todas las artes, de ahí surgió la manera de navegar por la altura del sol.
Evidentemente, esas observaciones, que de día podían referirse al Sol y de noche a la Polar, permitían una determinación exacta de la latitud. Las del primer tipo exigían la utilización a bordo de almanaques en que constara la declinación del Sol y de instrumentos apropiados para determinar la altura –astrolabio, cuadrante o ballestilla- y cartas con graduación en latitudes y longitudes que permitieran fijar el punto de observación.
La palabra “tabla” puede admitir una doble interpretación: la madera del mismo cuadrante o bien una tabla de declinaciones solares. A partir de este momento las observaciones de altura se multiplicaron y pueden realizarse a bordo, gracias a los astrolabios náuticos y a la ballestilla.

La institución que centralizó la actividad náutica fue la Casa de Contratación de Sevilla, creada en 1503. Además de las funciones fiscales y judiciales en la órbita mercantil, la Casa de Contratación poseyó, casi desde su fundación, un importante cometido científico-técnico, actuando como escuela de navegación y oficina hidrográfica.

Estas actividades arrancan de 1508, fecha en que se crea el cargo de piloto mayor, quien debía formar a los nuevos pilotos de Indias y realizar cartas de navegación y geográficas de los nuevos descubrimientos. Gracias a esta actividad, la Casa de Contratación llegó a poseer un importante archivo cartográfico, parte del cual se conserva en el actual Archivo General de Indias. El primer “piloto mayor” sería Américo Vespucio hasta 1512, fecha de su muerte. Prosiguieron su actividad importantes cartógrafos como el lebrijano Juan Díaz de Solís (1470-1516), muerto en Río de la Plata devorado por caníbales delante de los demás tripulantes de la nave.
Dentro de la serie de textos consagrados al arte de navegar, los de mayor relieve fueron los tratados del sevillano Pedro de Medina (1493-1567) y el aragonés, vecino de la ciudad de Cádiz, Martín Cortés de Albacar.
Pedro de Medina, admitido como examinador de pilotos en la casa de Contratación, se dedicó a trabajar como cosmógrafo y, especialmente, a enseñar a los pilotos que preparaban su examen. En 1545 publicó su famoso libro el “Arte de Navegar”, que es una reelaboración de su “Libro de Cosmografía”, y que reúne en un volumen los saberes que los cosmógrafos de la Casa enseñaban a los que aspiraban a obtener la licencia de piloto. El Tratado de Medina tuvo 15 ediciones en francés, 5 en holandés, 3 en italiano y 2 en inglés, todo ello en el curso de un siglo. 

Martín Cortés, de ascendencia aragonesa, se asentó en Cádiz antes de 1530.  Enseñó a los pilotos del activo puerto de Cádiz la ciencia y las técnicas de la navegación astronómica, reuniendo sus enseñanzas en un libro que presentó a Carlos I como el primer tratado de náutica denominado “Breve compendio de la sphera y del arte de navegar”(Sevilla 1551) . En realidad, el “Arte de navegar” de Pedro de Medina había sido ya impreso y se encontraba a la venta. El de Cortés tiene una exposición mejor sistematizada y un enfoque más avanzado que el de Medina, que se hizo pronto famoso en la Europa continental. En 1561 el libro de Cortés fue publicado en inglés y ha sido calificado como uno de los libros más importantes jamás impresos en idioma inglés porque “supuso el dominio del mar”. Alcanzó diez ediciones en inglés.

Por eso está justificado el título del estudio de Guillén Tato (1935) “Europa aprendió a navegar en libros españoles”, Europa aprendió a navegar en libros de andaluces.


7.       Metalurgia


Es en esta rama de la Química en donde la contribución de Andalucía ha sido más merecedora de elogio.Rodrigo de Torres Navarra (Carmona 1533- Minas de Huancavelica-Perú post. 1598). Logró la reducción del cinabrio a mercurio, utilizando como combustible el “icho”, gramínea muy abundante en aquellos lugares.
Miguel de Monsalve (Sevilla 1553, post. 1617), quien proponía innovaciones en los hornos de jabeca, las cuales llegaron con el sanluqueño Pedro de Contreras, que si bien guardaban grandes semejanzas con los de Almadén, pero eran de dimensiones más amplias.
Juan de Cárdenas (Constantina 1563-post. 1591), quien trata de los minerales y de su beneficio. Tiene incipientes preocupaciones termodinámicas al justificar las pérdidas de mercurio en la obtención de la plata por amalgamación.
Y llegamos al sevillano Bartolomé de Medina (1555-1585) al que se debe el método denominado del “Patio” o “Americano”. Método que revistió excepcional importancia en la metalurgia americana, por ser en frío, dada la carencia que en aquellas regiones mineras hay de carbón u otros combustibles. Aquel método surgió en un momento providencial, por cuanto los minerales de alta ley se estaban agotando y el habitual procedimiento de fundición no era rentable. Su difusión en Nueva España fue fulminante.



“Huelva a la orilla de las tres carabelas”


Álvaro Alonso Barba, nació el 15 de noviembre de 1569 en la villa de Lepe (Huelva). Cursó estudios eclesiásticos y marchó a Perú como misionero hacia el año 1588. Alonso se interesó profundamente por la explotación de los recursos mineros, tanto en su aspecto teórico como práctico, llegando a alcanzar una sólida reputación, que movió a las autoridades a solicitarle que recogiera su experiencia en un libro. 

Este libro fue “Arte de los metales” editado en Madrid en 1640 y después en Córdoba (1675) y ha sido considerado como la única obra metalúrgica original escrita en el siglo XVII en cualquier idioma, no por la aportación que hace del beneficio del cazo y cocimiento ideado por el autor, sino por la originalidad en la nueva forma de afrontar los procesos químicos, por los aspectos tecnológicos que se incluyen. El “Arte” está compuesto de cinco libros. En el primero valora la observación y la experimentación como fuentes principales del conocimiento científico y técnico. Hay que hacer notar que Alonso es uno de los primeros autores que tiene en cuenta correctamente todos los factores económicos antes de decidir la posible rentabilidad de una explotación, incluyendo el precio de las materias primas, del combustible y de la mano de obra, la amortización, etc.
La obra de Alonso representa la culminación de un proceso que inició un siglo antes Bartolomé de Medina y constituye una gran síntesis y su mayor éxito estriba en haber elevado a la categoría de auténtica tecnología toda una serie de pequeños detalles e innovaciones que se habían ido produciendo con la práctica diaria. Un Patronato del CSIC lleva el nombre de “ALONSO BARBA”.


El 22 de febrero de 1946 se crea el Instituto de Óptica DAZA DE VALDÉS  y se declara en el Decreto Fundacional: “que lleve el nombre de DAZA DE VALDÉS” como homenaje al primero de su época que supo dar unidad a los conocimientos dispersos sobre Óptica Geométrica y Óptica Fisiológica, llevando el nombre de España a la cabeza de estas Ciencias, coronando la tradición de los matemáticos y físicos hispano-musulmanes”.
Benito Daza de Valdés, nace en Córdoba el 21 de marzo de 1591. Era hijo de Lucas de Valdés y Elvira Daza. Por aquellos tiempos no siempre se adoptaba en primer lugar el apellido del padre, sino de la madre, y en ocasiones ambos trocados.

Lucas de Valdés, platero excelente y de gran prestigio, hasta fuera de Córdoba. De sus obras salieron obras muy notables, como la lámpara de plata que el Cabildo Eclesiástico regaló para la Capilla de los Santos mártires de la Iglesia Parroquial de San Pedro.
A partir de 1606, Lucas de Valdés y todos sus familiares desaparecieron de Córdoba, tal vez para trasladarse a Sevilla. Benito se graduó como Bachiller en Artes y Filosofía en el Colegio mayor Santa María de la Universidad de Sevilla. Los informadores no han obtenido información que aclare la Licenciatura que tenía Benito. Como era Notario de la Inquisición en Sevilla parece más probable que fuera Licenciado en Cánones o en Leyes.
En el siglo XVII se da en España un gran contraste entre el esplendor de la literatura y la pintura (en las que es un siglo de oro) y el evidente retraso en el renacimiento científico. España ha llegado a ser el primer estado moderno y la primera potencia colonizadora. Ello hace que, consecuencia de la emigración, disminuya la población activa y la sensación de que las riquezas vienen de América, reduzca las pequeñas industrias existentes. España está dedicada a mantener su supremacía en Europa y a colonizar América, lo que exige resultados prácticos inmediatos y no propende a la experimentación sistemática o a la especulación teórica.
Especialmente la Casa de la Contratación la que sigue funcionando en Sevilla y coordina todo el esfuerzo técnico y científico que España hace en América. De hecho la producción científica es pobre y hay una tendencia evidente a los estudios humanísticos y teológicos. La contra-reforma impone el escolasticismo y absorbe nuestras mejores mentes. En ese aparente desierto, sin predecesores ni continuadores, aparece DAZA DE VALDÉS con su doble personalidad de Notario de la Inquisición y adelantado de la óptica (prácticamente desconocido por españoles y extranjeros de aquella época). DAZA puede experimentar en los fabricantes de anteojos que aparecen en Sevilla seguramente atraídos por las compras de la Casa de la Contratación. Es en ese ambiente artesanal donde DAZA puede sacar conclusiones y contrastar sus teorías.  DAZA no sólo está fuera de la tendencia de aquel tiempo sino que tampoco parece conocer las obras de óptica y visión recientemente publicadas en Europa en las que se sientan las bases de la Nueva Óptica. Queda igualmente por comprobar el uso que de la tradición hispano-árabe, especialmente la de los astrónomos cordobeses, pudo hacer Benito, cuya familia, por razones de vencidad o por contactos con la Inquisición, podía disponer de  antiguos documentos conservados por moriscos.
En su obra destaca el “Uso de los anteojos” que fue impreso en Sevilla en 1623, por el impresor más acreditado del  momento. De esta impresión original existe un ejemplar en el Instituto “Séneca” y, fotocopiada, se dispondrá en la Biblioteca de nuestro Centro.

La obra de DAZA no tuvo trascendencia y se perdió en el olvido. La ignoran tratadistas de su tiempo: Kircher, Renato Descartes, Grimaldi, Fray Juan de Zhan y todos los demás que siguieron. Hay que esperar hasta 1911, año en que Von Rhor, la comenta. Wood en 1921 y Albertotti en 1923, en Padua. DAZA DE VALDÉS dedica su obra a reseñar sistemáticamente el saber oculístico de su época, con numerosas observaciones y consejos experimentales que parecen de su invención. Por todas partes se advierte el gusto experimental  y su visión crítica de los problemas que la práctica presenta. En el fondo sigue el procedimiento de, partiendo de la observación, establecer un supuesto y confirmar que ese “modelo” le sirve para explicar y predecir la realidad. Usa, especialmente en los Diálogos, un lenguaje sencillo y popular. El contenido oculístico del libro “Uso de los anteojos” ha sido estudiado en 1923 por el Dr. Márquez, quien llega a la consecuencia de que en España y en los tiempos de Daza no se utilizaba la distancia focal para valorar las lentes, sino su inversa, exactamente lo mismo que se hace ahora. La cosa es interesante porque tal sistema de graduación se perdió después, justamente cuando la Óptica Geométrica hizo sus mayores progresos, y así sucede que en todo el siglo XIX las lentes se caracterizaban por su distancia focal en pulgadas, hasta que en época relativamente reciente, y como provechosa novedad, se introdujo la valoración en dioptrías. DAZA da el poder de las lentes en grados y estos fueron establecidos con el criterio de que la yuxtaposición de dos lentes fueran equivalente a una lente única de tantos grados como vale la suma de aquellas, lo cual conduce a tomar como valor de la lente un número que sea inversamente proporcional a su distancia focal, que es justamente lo que se hace modernamente. Además, y por rara coincidencia, el grado antiguo discrepa poco de la actual dioptría. Don Julio Palacios ha calculado que un grado es igual a 1,2 dioptrías. Según los historiadores, la obra de DAZA es un hito aislado en la evolución de esta ciencia y sus descubrimientos lo sitúan fuera de su época, con anticipación de varios siglos. DAZA, que quizá se siente amparado por su cargo en la Inquisición, no teme abandonar los prejuicios filosóficos con que aún se enfocaban los fenómenos ópticos y aborda los problemas experimentalmente de la mano de los artesanos, sabiendo que las lentes no deforman sino que permiten ver mejor la realidad y atreviéndose, incluso, a mirar a las estrellas y a la luna. Es consciente de las novedades que “con el estudio y diligencia ha alcanzado”. DAZA está, como científico, fuera de las corrientes intelectuales imperantes en la España que vive y, como óptico y oftalmólogo, fuera de los conocimientos europeos de la época. Quizás por eso pasa prácticamente desapercibido dentro y fuera de nuestro país. 
En la calle Velázquez Bosco, junto a la Mezquita-Catedral de Córdoba, existe una lápida en la casa donde nació. El Profesor Giuseppe Albertotti (1851-1936), de la Universidad de Roma, dijo en cierta ocasión: “OH, Córdoba, afortunada patria de Séneca y de Daza de Valdés”.


Ahora vamos a ocuparnos de un interesante personaje. Se trata de Gonzalo Antonio Serrano, nacido en Córdoba el 5 de noviembre de 1670 y bautizado en San Lorenzo el 27 del mismo mes. Fue un autodidacta, ya que careciendo de maestros, y mostrando una gran afición a las ciencias, especialmente a las matemáticas y a la Astronomía, logró el Doctorado en Medicina por la Universidad de Osuna. Como cirujano mayor del Ejército, en 1699, marchó a Ceuta, sitiada entonces por el Sultán de Marruecos, y allí permaneció durante diez años, aprovechando el tiempo para estudiar. Ya en Córdoba, ejercía la medicina y se dedicó a la Astronomía, montando un onservatorio en la Torre de la Malmuerta, de 1732 a 1735. 

Desde aquí hizo sus observaciones para sus “Tablas”. Pero Serrano estaba casado y parece que no fue muy afortunado en su matrimonio. Más pendiente de su torre para sus “Tablas”, su dama –que estaba bien viva- abandonó la partida y entró en un convento. Murió en Córdoba, a la edad de 91 años, el día 2 de febrero de 1761, y lo enterraron en la iglesia del Convento de los Padres de Gracia, donde tiene el siguiente epitafio: “Entierro del, doctor D. Gonzalo Antonio Serrano, Maestro de la ciencia matemática, principalmente en la Astronomía y Astrología, médico en Córdoba, su patria. Murió año de 1761”.
Entre sus discípulos de Astronomía se cuenta a Don Pedro Antonio Blancas (1677-1710), Profesor de Matemáticas en Córdoba, autor de “Efemérides al meridiano de Córdoba”. 

Don Julián Díaz Serrano, nacido en Córdoba, quien predijo el eclipse del 1 de julio de 1769.
Don Francisco de Horta y Aguilera, autor de una obra de Matemáticas.
Antonio Hugo de Omerique. Son muy escasas las noticias que tenemos de la biografía de Omerique. Nació en Sanlúcar de Barrameda el año 1634, en el seno, probablemente de una familia de comerciantes. Desconocemos las instituciones en las que se formó, aunque nos consta su estrecha conexión con los jesuitas. El padre Kresa, de la cátedra de matemáticas del Colegio de San Isidro de Madrid, habla de él muy elogiosamente. Publicó unas “Tablas Artificiales” (1691) para el cálculo del valor comercial de las barras de plata, una tabla de logaritmos y su obra fundamental titulada “Analysis Geométrica” (1698). 

Planeada en dos partes, sólo llegó a aparecer la primera, que constituye una de las pocas producciones científicas de carácter auténticamente original dentro de la época española que consideramos. Significa un progreso real, no sólo de los métods clásicos, sino respecto a numerosos autores como Vieta, Descartes y sus contibuadores. “Análisis –decía Omerique- es adoptar una cuestión como conclusión, avanzando mediante consecuencias necesarias a lo cierto y determinado”.
La obra de Omerique tuvo varios destacados seguidores germánicos y británicos a lo largo del siglo XVIII y mereció los elogios de Chasles y de Newton. El interés de Newton por el libro de Omerique hay que buscarlo en el carácter experimental del método de investigación en matemáticas del gran autor inglés.


José María Rey Heredia, nacido en Córdoba el 8 de agosto de 1818. Estudió en el Colegio de las Escuelas Pías y en el Seminario de San Pelagio, licenciándose en Filosofía y Letras. Dio clases de matemáticas  en Ciudad Real y como Catedrático de Psicología en el Noviciado de Madrid.  En 1855 empezó a escribir “Teoría trascendental de las cantidades imaginarias” que fue publicado tras su fallecimiento el 18 de febrero de 1861, en la calle del Duque, que pasó a llamarse Rey Heredia.



8.       Ciencias naturales y Medicina


Comencemos por Nicolás Bautista Monardes, de Sevilla (1493-1588). Se doctoró en Medicina en la Universidad de Sevilla en 1547. Su obra más significativa fue “Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales”. En esta obra se propone estudiar e investigar las propiedades farmacológicas de las plantas traídas. Describe, por primera vez, algunas plantas como la pimienta, el tabaco, la canela de Indias Publica en 1574 un “Diálogo del Hierro y sus virtudes medicinales”, cuyo principal interés radica en que fue el primer libro consagrado a un tema que no volvería a ser tratado monográficamente hasta comienzos del siglo XVIII. Monardes defiende en él la importancia del hierro para la salud humana.

Hemos de remontarnos a Diego Álvarez Chica (Sevilla 1450-1515). Participó en el segundo viaje de Colón, que partió de Cádiz en septiembre de 1493. Demostró sus dotes científicas en una “Carta” que envió al Cabildo sevillano, informando de algunas especies animales y, en especial, el contenido botánico de sus informes.
El también sevillano Gonzalo Argote de Molina (1549-1596). Además de editor de obras científicas, fue célebre su museo, que, como todos los de su época, las plantas, animales y las piedras se mezclaban sin orden establecido con objetos artísticos, joyas o monedas antiguas. 

Seguimos con los sevillanos. Simón Tovar (1528-1596). Fundador del más importante de los jardines botánicos existentes en la Sevilla del siglo XVI, publicó incluso catálogos anuales de plantas, que distribuía entre los principales botánicos europeos. En 1595 publicó su “Examen” de la utilidad de la ballestilla en comparación con la del astrolabio, para determinar la latitud mediante la altura de la estrella Polar. Lo hizo con motivo de una revisión, ordenada por Felipe II, de los instrumentos de marear de la Casa de la Contratación.

El jerezano Antonio Vázquez de Espinosa (-1630). Teólogo, carmelita y escritor. En su “Descripción de las Indias Occidentales”, incluye la de plantas y animales.
No debemos olvidar al cordobés Fray José de Jesús Muñoz Capilla (1771-1840) quien junto a los también cordobeses Rafael de León y Gálvez, Rafael Entrenas y Antonio Cabrera, realizaron un interesante herbario que se conserva en la Cátedra de Biología de la Facultad de Veterinaria de nuestra ciudad, revisado hará unos treinta años por Don Diego Jordano y Don Manuel Ocaña, juntamente ayudados en su labor de restauración, reordenación y fichado por un grupo de alumnos del Laboratorio anteriormente citados.
Es el granadino José Torrubia (1700-1768) el primer estudioso castellano de los fósiles y uno de los iniciadores de la indagación microscópica dentro de las ciencias de la tierra, que no se generalizó en Europa hasta cien años más tarde y que en España no volvió a ser utilizada hasta la generación del gaditano MACPHERSON. 

Una de las figuras que merece, por su calidad y su obra, un apartado es José Macpherson Hemas (Cádiz 1839-San Idelfonso, Segovia 1902), bien conocido y estudiado. Su padre esra escocés y seguramente había entrado en España por Gibraltar en 1792; radicado en Cádiz, se casó con una gaditana, de cuyo matrimonio nació el futuro geólogo. 

Era familia dedicada a negocios del transporte marítimo y gozaba de buena posición económica, gracias a la cual pudo gozar de una vida independiente y adquirir una buena formación científica en Francia y Suiza, con los geólogos de parís Daubrée y Stanislas Meunier. Trasladado a Madrid, instaló un laboratorio de instrumental de óptica petrográfica, una buen surtida biblioteca geológoca y sus abundantes colecciones. Así introdujo en España la moderna petrografía y fue maestro de Quiroga, el primer profesor de la especialidad. Quiroga, a su vez, lo fue de Lucas Fernández Navarro. Era un buen amigo de todos los principales geólogos españoles de su época, fue nombrado Presidente de la Real Sociedad Española de Historia Natural. Su independencia económica le alejó de los medios profesionales oficiales y le hizo trabar gran amistad con Francisco Giner de los Ríos, durante la prisión y exilio de éste en Cádiz, de donde nació su simpatía por la Institución Libre de Enseñanza, que al morir Macpherson heredó sus instrumentos de trabajo y le dedicó una habitación-museo, la cual sufrió las consecuencias de nuestra guerra civil.
A Macpherson se debe la memoria geológica sobre la provincia de Sevilla (1879) editada por su iniciativa y que no forma parte de las series oficiales, así como un estudio importante sobre buena parte de la provincia de Cádiz (1872), con sus correspondientes mapas geológicos, además de otros notables estudios sobre diversas partes de la España que había recorrido en compañía de destacados geólogos españoles. Todas sus publicaciones demuestran una gran personalidad y documentación, especialmente en el conocimiento de los terrenos más antiguos y en los aspectos tectónicos.

José Celestino Mutis y Bosio, nació en Cádiz en 1732 y murió en Bogotá en 1808. Después de obtener el grado de bachiller en medicina en  la Universidad de Sevilla en 1755, Mutis estudia Botánica hasta 1760 y en el otoño de este año, embarcó hacia América para ser médico del Virrey del nuevo Reino de Granada. Obtuvo la cátedra de matemáticas en el Colegio del Rosario de Bogotá en 1762 y fue el primer pedagogo del virreinato que explicó la física newtoniana y la teoría heliocéntrica de Copérnico. 

En 1764 envió un ejemplar de quina de Loja a Linneo, iniciando así, no sólo una correspondencia que duraría hasta la muerte de este último en 1778, sino también la entrada de Mutis en la red de comunicación internacional de la botánica Linneana, manteniendo así mismo, la correspondencia con varios discípulos de Linneo. Leal y crítico a un tiempo con los métodos del maestro, Mutis permaneció dentro del círculo Linneano a lo largo de su carrera como botánico. A los 40 años se ordenó sacerdote. Estuvo destinado en varaas minas, como inspector, organizando en 1782, es decir,cuando tenía cincuenta años, una Expedición Botánica, de tal forma que Mutis pudiera herborizar y dirigir las operaciones de minería simultáneamente.
En la década final del siglo, Mutis estuvo ocupado en la publicación de sus estudios sobre el género “Chinchona” y la importancia de la quina, aclarando la confusión que existía entre los europeos, quienes consideraban todas las especies como si fueran una sola. Mutis agrupó sus variedades en cuatro especies con valor medicinal y tres no medicinales, perteneciendo todas ellas al género único “Chinchona”.
Se ha criticado con frecuencia a Mutis por la dispersión de su interés en excesivos campos del saber. Alejandro von Humboldt alabó sus trabajos botánicos, pero criticó  sus observaciones barométricas, siempre incorrectas por haber usado un instrumento inadecuado. Cuando le sobrevino la muerte, sus documentos estaban desordenados, los dibujos sin rotular y la tarea de poner en orden este caos fue encomendada a su sobrino Sinforoso.

Su obra “Flora de Bogotá o Nueva Granada” contiene más de 6800 láminas copiadas del natural y 130 familias botánicas. El mayor mérito de Mutis consistió en crear una auténtica escuela científica, siendo su biblioteca botánica la mejor vista por Humboldt, salvo la de Joseph Banks de Londres. Mutis se erigió en árbitro de la ciencia moderna en Nueva Granada, defendiendo su copernicanismo frente a una denuncia presentada ante los dominicos en 1774. 


9.       Desarrollo de las Matemáticas, Física y Química


Es de tal magnitud que hay más de cuarenta científicos importantes, de ellos casi dos docenas miembros de academias extranjeras, de los cuales cerca del 8 % catalanes, alrededor de un 20 %  levantinos y casi un 60 %  andaluces.
El papel de la Universidad en este gigantesco desarrollo de la Ciencia española es prácticamente nulo y, además, por cédula de 1807 se suprimían las universidades de Osma, Oñate, Toledo, Baeza y Osuna. Vamos, que hubo una reconversión intelectual.
En este siglo XVIII y bajo el auspicio de la recién llegada dinastía borbónica se produjo en España una renovación tecnocientífica de la que Antonio de Ulloa y de la Torre-Guiral puede considerarse como prototipo. Nace Ulloa en Sevilla (12 de marzo 1716) y muere en la Isla de León –actual San Fernando- (5 de julio 1795). Desde que sentó plaza de guardamarina, a finales de noviembre de 1733, hasta su muerte, alcanzó diversos grados, el último el de Director general de la Armada, pasando por diversos cargos políticos. 


La Academia de Ciencias de París trata de zanjar la cuestión entre los partidarios de la forma de la Tierra, y para ello se forma una comisión integrada por el astrónomo Godin, el químico La Condamine y el geómetra Bourguer. Dicha comisión ha de efectuar sus trabajos en las proximidades de Quito. Se pide autorización a Felipe V y éste agrega a dicha Comisión –son cosas de dos, dice-, a Ulloa de 18 años y al alicantino Jorge Juan de 21 años. Después de sus trabajos llegaron a la conclusión de que “los grados del meridiano terrestre, no siendo iguales, la Tierra no puede ser perfectamente esférica y hallándose menores al paso que están próximos al Ecuador, ha de ser perfectamente lata, esto es, el diámetro del Ecuador mayor que su eje” (Observaciones astronómicas). Entre sus discípulos destacan Pedro Antonio de Blancas, Julián Díaz Serrano y Francisco de Horta y Aguilera.


Por otras latitudes tenemos al aragonés, gaditano de adopción, Vicente Doz y Funes (1736-1781). En su rápida carrera en la Armada llegó a ser Jefe de Escuadra en 1780. Elegido por José Solano como uno de los dos guardamarinas que debían acompañarle en la Expedición de Límites al Orinoco. Doz formó parte de la comisión española que participó en la medición del paso de Venus por el disco solar en 1768, realizando importantes trabajos astronómicos en California, Veracruz y La Habana. Sus observaciones están recogidas en “Philosophical Transsactions of the Royal Society”, Londres 1770.


Juan Sánchez Galán, cosmógrafo, Teniente Coronel y comisario provincial de artillería, nació en Cádiz en 1721. Protegido por José de Iturriaga, participó en los preparativos para la partida de los expedicionarios al Orinoco. Murió el 29 de noviembre de 1755 en la misión jesuita de El Raudal, en el Orinoco.
Las observaciones detalladas de longitud y latitud y detalles de la Isla de Pascua (antes llamada de San Carlos, en honor al Rey de España Carlos III) en el Pacífico, en una expedición del Capitán de Navío Felipe González de Ahedo, (Santoña, 1714-Cádiz, 1802) están recogidos en la obra del British Museum. No podemos negar que Felipe González nos ha hecho La Pascua bien conocida.


El egabrense Dionisio Alcalá-Galiano (1772-1805), marino, militar y científico, fallecido al mando del navío de línea “Bahama” en la Batalla de Trafalgar el 21 de octubre de 1805, junto a Churruca, y también como Nelson.

 Autor de diversas obras, participó en las Expediciones Malaspina y al Estrecho de Magallanes. 


El sevillano José de Espinosa y Tello de Portugal (1763-1815), Teniente General de la Armada, quien efectuó numerosas mediciones topográficas y astronómicas en los Andes. Según von Zach “…ninguna nación marítima en Europa ha hecho tanto por la perfección de la hidrografía en estos últimos años como la nación española”. Parte de este éxito se debe a la capacidad organizadora de Espinosa. 

El sevillano José de Mendoza y Ríos (1763-1816), astrónomo y matemático, miembro de la Academia de Ciencias de París, del Instituto de Francia, de la Royal Society de Londres, de la Academis de Ciencias de San Petesburgo (hoy Leningrado). Mendoza, con sus descubrimientos, cambió completamente las bases de la Astronomía Náutica. 

El gaditano José Sánchez Cerquero (1784-1850), astrónomo de talla considerable, quien estuvo trabajando en el Observatorio de Greenwich. Publicó más de una treintena de trabajos.
Y ya que estamos tratando de astrónomos andaluces, no debemos olvidar a un malagueño, de familia cordobesa, Lorenzo Miranda de la Vega, estudió el bachillerato en el Instituto de Córdoba, quien ha expuesto una original teoría sobre “Vida y muerte de la materia del Universo” y que en las V Jornadas nacionales de Astronomía, celebradas en Sevilla el 1 de octubre de 1983 presentó una ponencia sobre la coordinación evolutiva de las galaxias espirales y consecuencias para la cosmología, ponencia que fue largamente aplaudida, y que nos obsequia este autor con otra original teoría sobre el origen de los cúmulos globulares.


En cuanto a la Química del siglo XVIII, en primer lugar nos encontramos al alquimista malagueño Luis Aldrete y Soto, quien presumió haber descubierto la medicina universal, a la que llamó “Agua de la vida”.
El sevillano José García Caballero ( -1731), metrólogo de la Casa de la Moneda en Sevilla hasta 1708, fecha en la que, por el prestigio alcanzado, fue llamado a ocupar igual cargo en Madrid, llegando a obtener el título de “ensayador y marcador de los Reinos de Castilla”. Su principal obra es “Breve cotejo y valance de las pesas y medidas de varias naciones, Reynos y provincias”.


Tomás de Morla y Pacheco (Jerez, 1748-Sevilla, 1820). La tradición familiar le conduce a ingresar en la Academia de Artillería de Segovia, llegando a ser Gobernador de Cádiz y Capitán General de Andalucía. Fue defensor de la Plaza de Cádiz contra la escuadra inglesa y Gobernador Militar de 1800-1808. En su libro “Tratado de Artillería” se ocupa ampliamente de la pólvora y sus componentes como productos químicos, de los metales para su fundición y sus aleaciones. Esta obra fue traducida al alemán. 

Muy interesante el lucentino Juan Manuel de Arejula (1755-Londres, 1830). El origen francés de su madre y la profesión de su padre, cirujano del Regimiento de Dragones de Edimburgo fueron, sin duda, determinantes en su carrera. En 1784 marchó a Paris a estudiar química con Fourcroy, lo que le permitió vivir momentos cruciales en la definitiva constitución de la química. A los siete años de ausencia vuelve a España, no pudiendo enseñar química por falta de laboratorio, en el Colegio de Cirugía de Cádiz al que había sido adscrito. Figura en la nómina de un Laboratorio Químico de Madrid como “Profesor forastero que no enseña”. Por luchar contra el intrusismo profesional –era médico, cayó en la marginación social, lo que le convirtió en un activista político, teniendo que marchar exiliado a Londres en 1823-. Cuando los más famosos químicos franceses de su época (Lavoisier, entre ellos) hicieron público su nomenclatura, AREJULA se dedicó a su traducción, consciente de la trascendencia que debía tener para el desarrollo de la Química, del cual España no podía quedar al margen. Hizo ver los impropios del nombre del “oxígeno” cuando se habían descubierto ácidos que no contenían dicho elemento. 

También citaremos al cordobés Joaquín Muñoz, cofundador de la Academia de Córdoba (1810), autor de una “Memoria histórica sobre los progresos de la Química”.


Respecto a la Física, si bien el primer libro de Física, publicado en España,  fue “Historia de la Electricidad” de Vázquez y Morales, el segundo libro lo publicó el sevillano Benito Navarro y Abel  de Veas ( -1752). Se llamaba Physica Eléctrica o Compendio en que se explican los Maravillosos Phenómenos de la virtud eléctrica”. Igual que al torero Paco Camino se le conoce con el nombre de “El niño sabio de Camas”.

Al montillano, Antonio Pablo Fernández Solano y Sánchez (1774-1823), médico, físico y matemático, en Francia se le conoce como el “sabio andaluz”. Fue el primer Catedrático de Física Experimental de los Reales Estudios de San Isidro de Madrid. 

Decía él que ocupó el primer tercio de su vida a aprender, el segundo en enseñar y el tercero en edificar con su ejemplo. En parís logró convencer a Marat de la falsedad de sus doctrinas sobre la luz. Dicho Marat quería venir a enseñar a España.


Y para terminar, ALMERÍA DORADA


Porque de Almería era Luis Bru Villaseca (1909-1997), investigador, académico e impulsor de la Física. Catedrático de Física Teórica y Experimental de la Universidad de Sevilla desde 1942 a 1955 que pasó a la Complutense. Autor de seis libros de texto y de 150 trabajos de su especialidad. El último de ellos titulado “Arturo Duperier: mártir y mito de la ciencia española”. Trabajó también en EE.UU. y en el Reino Unido. En su larga carrera profesional apadrinó a cincuenta doctores.  En 1970 lo nombran Presidente del Comité Español de la Unión Internacional de Física Pura y Aplicada. 

También almeriense es Francisco Pino Pérez (1917-Granada,1991), Catedrático de Química Analítica de la Universidad de Sevilla, y con anterioridad de La Laguna. Autor de diversas obras de su especialidad y multitud de trabajos de investigación.




Después de esta exposición, pensemos si no hay siquiera otros tres científicos cuyos nombres se perpetúen en la denominación de Institutos de Bachillerato. Uno: Barba; dos, Ulloa; tres, Daza de Valdés. Repito otra vez, un, dos, tres, Barba, Ulloa, Daza de Valdés.


Muchas gracias


Constantino M. Pleguezuelos. Catedrático de Física y Química. Instituto López-Neyra. Córdoba



(Actualización de contenidos e imágenes: Rafael Pleguezuelos)